Bond & Glam

Piedra libre para el bondier de la línea 34 (no se si viene muy al caso, pero hace rato quería escribir la frase "piedra libre para...") que bajo su maquinita de marcar "uno de 80" o "dos de 75" tiene una pequeña bandeja de acrílico con cuatro mini botellitas pegadas de ¿falsas? bebidas (dos de ellas de J&B y Tía María) y copitas ad hoc, también pegadas a la bandeja.

Más allá del inverosímil decorado bondier, que complementan unos ya más habituales espejos biselados, adornados con firuletes tallados en el mismo vidrio, no está demás imaginar qué bueno sería que aquellas botellitas fuesen verdaderas (verdaderas son, pero al estar pegadas cuesta imaginar que el líquido contenido pueda llegar a ser vertido en alguna de las copitas, también inmóviles) y el sr. conductor pudiera ofrecer su contenido a los sres. pasajeros a piaccere, y cuando suba al vehículo, por ejemplo, una señora cargada de bolsas con las compras del día, despacharse con un: "Doña, una copita de cognac para amenizar la tarde?" o cuando lo haga un hombre agotado por sus rutinarias tareas cotidianas poder ofrecerle "Un whiscola, para que no le rompan más las..." (la frase sería así, con puntos suspensivos, no sea caso de que alguien se le ofenda al colectivero buena onda).

Nota: Estas hipotéticas situaciones pertenecen al mundo de la ficción, pero no están tan lejos de la realidad: lo de la bandejita con las mini bebidas es 100% verdad; colectiveros buena onda los hay también, y más de uno.

Esta cosa de la guerra

Me encontraba frente al televisor, disfrutando del gran programa conducido por ese compendio de neuronas llamado Fabiana Araujo -sí, yo soy de las personas que creen que los lujos hay que dárselos en vida- cuando una diseñadora de moda invitada me dejó anonadada con una de sus reflexiones.

Paso a describir la situación: como suele suceder en esta clase de programas, unas modelos de categoría que se me ocurre distinguir como "de cabotaje", hacían sus "pasadas" a escasos metros de la finísima conductora y su invitada (permítaseme acotar que esta última ya de entrada daba un look bastante me faltan un par de jugadores). Cuando tocó el turno de ver desfilar a una de las chicas que lucía una campera "camuflaje", la diseñadora chapita chapón acotó que en los últimos tiempos había dejado de usar tal estampado en sus prendas, pero que durante su reciente viaje a Europa había podido comprobar que la onda catrense había vuelto a imponerse a las pasarelas "por esta cosa de la guerra, vistes". Ante no se qué pelotudez que acotó la conductora, esta grácil mujer volvió a repetir -si no me equivoco no sólo una, sino dos veces más- aquella sesuda reflexión: "por esta cosa de la guerra, vistes". Creo que no hay nada más para agregar, salvo una pregunta que tomo prestada a la fiosofía contemporánea: ¿Qué nos pasa a los argentinos? ¿Estamos locos?

De buenos y malos

Si bien es cierto que no es recomendable utilizar con frecuencia categorías extremas o maniqueas para clasificar a las personas (todos podemos contar con una amplia gama de grises), me permitiré plantear un pequeño jueguillo que propone establecerse como excepción: a tono con el espíritu reinante por estos días impuesto por Montecristo -telenovela en la que se puede encontrar un claro bando de los buenos contrapuesto al de los malos, acorde con una de las premisas del género- sugiero que, cuando se esté en algún lugar público, teniendo que hacer tiempo por algún motivo, se observe a cada una de las personas que pasan evaluando si en la telenovela de la vida pertenecerían al bando de los buenos o al de los malos. Es una fórmula probada, que recomiendo de buena fe. Puede haber casos que presenten dificultades y su resolución lleve algunos segundos, pero siempre se logra establecer el grupo de pertenencia. Háganme caso, pruebenlón.

Más preguntas al viento

¿Adónde van a parar los mails que con tanta dedicación escribimos pero jamás llegan a destino porque el servidor la catinga de Mahoma, el pop3 la catanga de la lora y se ha producido un error en la mar en coche?