Número redondo

No está bueno arrancar un blog con una queja -Tinelleada- pero necesitaba explayarme acerca de las burlas callejeras. Y como a veces me gusta respetar el impulso de aquellas cosas que surgen de manera espontánea, decidí dejarlo. Además ayer fue 29, día de ñoquis -no me gustan- y del animal -por el momento no tengo mascota- así que no me parecía que fuese una fecha especialmente representativa para comienzos formales. Sí considero que lo es hoy, día 30, por motivos sobre los cuales no voy a explayarme en este momento. Sólo diré que, según comentan por ahí, las mejores cosas vienen a partir de los 30. Y yo suelo adherir a este tipo de creencias.

Quede entonces formalmente inaugurado este pequeñísimo fragmento de alguna cosa que quién sabrá cómo definir de forma adecuada.

Tinelleada

Me jode soberanamente cuando algunos peatones, en una actitud que creo no equivocarme al calificar como una clásica porteñada, pasan junto a alguien que -tal como le sucede con frecuencia a quien suscribe, por qué ocultarlo- tropiezan con alguna baldosa rota o apoyan mal el pie, de torpes nomás, y estos amigos de la burla, que se desplazan siempre de a dos o más, no tienen mejor idea que reírse "de" -nunca "con"- y dirigirse miradas cómplices, en un gesto digno del programa televisivo en el que de seguro han de clavar cada noche sus televisores.

Recuerdo detestar esta fea actitud desde la época de la mismísima escuela primaria, cuando una de mis compañeretas estallaba en absurdas y gallináceas carcajadas cada vez que yo me esmeraba en uno de mis acostumbrados tropezones. Ella no era mala, aunque sí un poco boba. Y además usaba jogging con zapatos de charol.