ermitanga

Al margen pero con estilo

12.31.2006

Kafka y la muñeca

Estamos en el último año de la vida de Kafka, , que se ha enamorado de Dora Diamant, una chica polaca de diecinueve o veinte años de familia jasídica que se ha fugado de casa y ahora vive en Berlín. Tiene la mitad de años que él, pero es quien le infunde valor para salir de Praga, algo que Kafka desea hacer desde hace mucho, y se convierte en la primera y única mujer con quien Kafka vivirá jamás. Llega a Berlín en el otoño de 1923 y muere la primavera siguiente, pero esos últimos meses son probablemente los más felices de su vida. A pesar de su deteriorada salud. A pesar de las condiciones sociales de Berlín: escasez de alimentos, disturbios políticos, la peor inflación en la historia de Alemania. Pese a ser plenamente consciente de que tiene los días contados.

Todas las tardes, Kafka sale a dar un paseo por el parque. La mayoría de las veces, Dora lo acompaña. Un día, se encuentran con una niña pequeña que está llorando a lágrima viva. Kafka le pregunta qué le ocurre, y ella contesta que ha perdido su muñeca. Él se pone inmediatamente a inventar un cuento para explicarle lo que ha pasado, “Tu muñeca ha salido de viaje”, le dice. “Y tú cómo lo sabes?”, le pregunta la niña. “Porque me ha escrito una carta”, responde Kafka. La niña parece recelosa. “¿Tienes ahí la carta?”, pregunta ella. “No, lo siento”, dice él, “me la he dejado en casa sin darme cuenta, pero mañana te la traigo”. Es tan persuasivo, que la niña ya no sabe qué pensar. ¿Es posible que ese hombre misterioso esté diciendo la verdad?

Kafka vuelve inmediatamente a casa para escribir la carta. Se sienta frente al escritorio y Dora, que ve cómo se concentra en la tarea, observa la misma gravedad y tensión que cuando compone su propia obra. No es cuestión de defraudar a la niña. La situación requiere un verdadero trabajo literario, y está resuelto a hacerlo como es debido. Si se le ocurre una mentira bonita y convincente, podrá sustituir a la muñeca perdida por una realidad diferente; falsa, quizá, pero verdadera en cierto modo y verosímil según las leyes de la ficción.

Al día siguiente, Kafka vuelve apresuradamente al parque con la carta. La niña lo está esperando, y como todavía no sabe leer, él se la lee en voz alta. La muñeca lo lamenta mucho, pero está harta de vivir con la misma gente todo el tiempo. Necesita salir y ver mundo, hacer nuevos amigos. No es que no quiera a la niña, pero le hace falta un cambio de aires, y por lo tanto deben separarse durante una temporada. La muñeca promete entonces a la niña que le escribirá todos los días y la mantendrá al corriente de todas sus actividades.

Ahí es donde la historia empieza a llegarme al alma. Ya es increíble que Kafka se tomara la molestia de escribir aquella primera carta, pero ahora se compromete a escribir otra cada día, única y exclusivamente para consolar a la niña, que resulta ser una completa desconocida para él, una criatura que se encuentra casualmente una tarde en el parque. ¿Qué clase de persona hace una cosa así? Y cumple su compromiso durante tres semanas, Nathan. Tres semanas. Uno de los escritores más geniales que han existido jamás sacrificando su tiempo (su precioso tiempo que va menguando cada vez más) para redactar cartas imaginarias de una muñeca perdida. Dora dice que escribía cada frase prestando una tremenda atención al detalle, que la prosa era amena, precisa y absorbente. En otras palabras, era su estilo característico, y a lo largo de tres semanas Kafka fue diariamente al parque a leer otra carta a la niña. La muñeca crece, va al colegio, conoce a otra gente. Sigue dando a la niña garantías de su afecto, pero apunta a determinadas complicaciones que han surgido en su vida y hacen imposible su vuelta a casa. Poco a poco, Kafka va preparando a la niña para el momento en que la muñeca desaparezca de su vida por siempre jamás. Procura encontrar un final satisfactorio, pues teme que, si no lo consigue, el hechizo se rompa. Tras explorar diferentes posibilidades, finalmente se decide a casar a la muñeca. Describe al joven del que se enamora, la fiesta de pedida, la boda en el campo, incluso la casa donde la muñeca vive ahora con su marido. Y entonces, en la última línea, la muñeca se despide de su antigua y querida amiga.

Para entonces, claro está, la niña ya no echa de menos a la muñeca. Kafka le ha dado otra cosa a cambio, y cuando concluyen esas tres semanas, las cartas la han aliviado de su desgracia. La niña tiene la historia, y cuando una persona es lo bastante afortunada para vivir dentro de una historia, para habitar un mundo imaginario, las penas de este mundo desaparecen. Mientras la historia sigue su curso, la realidad deja de existir.

Paul Auster, "Brooklyn Follies"

12.25.2006

Augurios

Este es el espíritu que os deseo los acompañe en esta nueva etapa que comienza. Yo al menos pienso dejarme acompañar por él.

12.20.2006

La teoría del zig-zag


Siempre que tengo que atravesar una distancia relativamente corta en la ciudad que conviene hacer caminando trato de emplear la táctica zig-zag.
Este método consiste en evitar los caminos rectos, es decir, apunta a manejarse con atajos, valga la abundancia de "jotas". Si caminamos una o dos cuadras por la misma calle, tomamos un atajo por una que la corta, doblamos en la siguiente, y así. La idea es hacer el camino lo más entretenido y llevadero posible: al cambiar de calle también cambia el panorama, de esta forma en lugar de tener un horizonte lejano que nos espera al final de un camino recto, tenemos un interesante recorrido cuyo entorno se modifica todo el tiempo. Además, con este método llegamos alegremente a nuestro destino casi de golpe y sin darnos cuenta, que es uno de los principales objetivos.
No sé si queda muy claro, porque ahora noto que en realidad es medio enjambre para explicar, pero al que lo entienda le recomiendo especialmente el sistema. A mí en general me gusta caminar por la ciudad, pero admito que hay ocasiones en las que uno preferiría no hacerlo. En estos casos sugiero aplicar la teoría del zig zag. No puede fallar. Yo, Dolly Saccan, lo garantizo.

12.13.2006

Yíngunbells



Nada más lejos de mi intención que escribir sobre temáticas navideñas, pero sucede que uno de estos últimos días (a los que por no ser malhablada calificaré sencillamente como "vertiginosos") venía yo embaladísima caminando por mi barrio (no sé si ya lo dije alguna vez, pero caminar por cualquiera de las calles de mi barrio, aunque sea por obligación, SIEMPRE me hace bien) en medio de un ataque de "ÉSOS", y de repente me colgué con una cinta con lucecitas navideñas que alguien había utilizado para enroscar y decorar un árbol callejero, que contemplé durante unos cinco minutos, antes de continuar con mi camino y descubrir que me sentía totalmente renovada.
Sé que algún recuerdo muy lejano me produjo, vaya uno a saber de dónde provendría porque durante la infancia jamás hubo un arbolito navideño en mi casa y estoy segura de que era realmente muy lejano, pero lo cierto es que fue muy reconfortante la contemplación de aquella extraña cinta con lucecitas de colores que parecían desplazarse a través suyo y a su vez hacer una especie de voltereta cósmica en torno al arbolete.

Ya lo sé, es una pavada que no conduce a nada, pero de eso también se trata.

12.03.2006

Viejo hospital de los muñecos



Siempre odié esta canción, pero hoy me parece muy oportuna.
Y eso que esta vez parece que no hay hada protectora, ni corazón de fantasía.
Y parece que, esta vez, Pinocho ya no va a despertar.

Hasta el viejo Hospital de los muñecos,
llegó el pobre Pinocho mal herido,
un cruel espantapájaros bandido,
lo sorprendió durmiendo y lo atacó.

Llegó con su nariz hecha pedazos
y una pierna en 3 partes astilladas
y una lesion interna y delicada,
eI médico de guardia lo advirtió.

Al viejo cirujano, Ilamaron con urgencia
y con su vieja ciencia, pronto lo remendó,
pero dijo a los otros muñecos internados,
todo esto sera en vano le falta un corazón.

El caso es que Pinocho estaba grave
y en si de su desmayo no volvía
y el viejo cirujano no sabía,
a quien pedir prestado un corazón.

Entonces llegó el Hada protectora
y viendo que Pinocho se moría,
le puso un corazón de fantasia
y Pinocho sonriendo despertó.