ermitanga

Al margen pero con estilo

6.15.2006

Jaque mate


Hace poco leí que el tango sólo puede ser entendido (sentido) a partir de los 30. Qué gran reflexión. Si quisiéramos ser un poco menos extremistas, podríamos aflojar la soga que tira de la frase hasta llevarla a decir que el tango se entiende (siente) más a partir de los 30.

Mi propuesta es aplicar la misma hipótesis al mate, ese gran invento argentino.

Lejos de pretender subirme al caballo (evitemos por favor toda asociación folklorísima con boleadoras o jineteadas) del 3 a 1, en el que todo regionalismo suma, en el que redescubrimos todas esas porquerías de museo gauchesco -con todo respeto a los gauchos, no me estoy refiriendo a ellos- a las que jamás les dimos pelota y las elevamos de un día para el otro al rango de objetos for export salvadores de la temporada, canto en esta oportunidad mis loas al matecillo de marras.

Desde que me inicié en las artes de la mateada -debo aclarar que con un interés genuino, ya que afortunadamente fue una de las costumbres que no heredé de la familia y tuvo por lo tanto el sabor de aquellos descubrimientos a los que se accede necesariamente a partir del contacto con los otros- me sorprendió gratamente una característica a la que en este momento se me ocurre llamar "alquimia".

Me parece fascinante hasta el día de hoy la posibilidad que este amable objeto amigo del hombre nos brinda de alternar entre distintas clases de yerba, a las que a su vez podemos agregar aditamentos como cascaritas de naranja, pomelo o limón (reconozco que siempre me pareció una idea brillante pero nunca la llevé a la práctica), té, café o plantitas como menta (esta sí la probé y está muy buena) o cedrón (hace poco me convidaron unos y queda buenísimo).

Aunque podría explayarme en 1500 ítems más referidos al mate (recuerdo que no soy adepta a buscar data para escribir estas cosas, que ya para la información precisa está el laburo) sólo voy a agregar aquello a lo que me refería al principio, que creo que el mate puede ser incluido entre las cosas que se disfrutan más con el tiempo.

Y acá viene toda la perorata cursi inevitable: testigo de charlas fundamentales, compañero de días y noches de laburo eterno, reemplazante ocasional de otros vicios algo más dañinos, infusión que se prolonga más allá del tamaño de una taza.

En casi todas sus variantes (en un rápido paneo se me ocurriría excluir de la lista, por ejemplo, a esos horribles artefactos de cerámica con inscripciones berretas, como aguantes a diversos equipos de fútbol, por ejemplo) de sólo verlos, aunque sea vacíos, en algún puesto de feria artesanal o vidriera de zona turística, me dan ganas de llegar a algún lugar en el que pueda verter un poco de yerba en un receptáculo, calentar el agua y abocarme a la tarea de ...(iba a poner algo acerca de realizar una acción con la bombilla pero, lo juro, no hay frase que le escape a lo burdo).

Podría continuar hasta el infinito, pero sólo agregaré una última gran ventaja de esta entrañable costumbre: excede las fronteras climáticas.

Por todo esto y mucho mas, elevo mi recipiente cargado con Rosamonte y brindo por ti, querido mate!

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